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6.2.05

hoc est simplicissimum 

Un día pasamos a llamarlo por el apellido o a veces en la broma adolescente entre hermanos le decíamos José Arcadio anticipando algún momento en el futuro en que lo íbamos a tener que sentar en un banquito y atarlo de algún árbol de lo tantos que habían el fondo de casa. En el medio estaban los errores -era un campeón de eso- y los cuestionamientos sistemáticos que los hijos comienzan a hacer cuando ejercen la adolescencia. Estaban en un balance que no tengo ganas de analizar.

Pero antes se llamaba papá y era muy grande y muy fuerte. Lo recuerdo tanto de traje oscuro y corbata como vestido "de campo", montado en el Minero, su caballo tordillo.

Escribía unas poesías cuyo estilo no era -ya en aquella época- el estilo de poesía que me gustara. Pero algunas de ellas me emocionaban hasta las lágrimas, como cuando tocaba en su guitarra, impecablemente, Recuerdos de Alambra.

Un día, hace mucho, mucho tiempo, dejó de llamarse papá y pasamos, mi hermano y yo -no sé quien empezó primero- a llamarlo por el apellido.

Hoy se murió.

Se murió -obvio- el del apellido. Pero me estoy dando cuenta de que también se murió papá.

(escrito el 06 de febrero de 2005, anocheciendo)

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